En plena mancha toledana se inauguró a principios del siglo XX, la línea férrea que unía Villacañas y Quintanar de la Orden, pasando por las localidades de Villa de Don Fadrique y Puebla de Almoradiel. La llegada de este tren, conocido popularmente como “el Trenillo”, favoreció el abandono paulatino de los cultivos cerealistas, escasamente rentables en la zona, abriendo paso a la producción vitivinícola que todavía se mantiene y que contribuyó enormemente a la mejora socioeconómica de toda la comarca.
A mediados del pasado siglo, la línea férrea, que es mucho más larga del tramo que se ha acondicionado como Camino Natural, quedó en desuso, pero los pueblos de la zona continuaron con sus bodegas y alcoholeras.
El Camino comienza en la zona oriental de Villacañas en las proximidades de la estación de tren del municipio, en donde se pueden consultar en un cartel informativo, el trazado y las principales características del recorrido de este Camino Natural, que transcurre paralelo a la carretera CM-410 y une esta localidad con Quintanar de la Orden.
Una vez atravesada la carretera de circunvalación CM-3001 en dirección este, se pasa por unas naves industriales que indican el final del núcleo urbano. A escasos 300 metros el Camino se cruza con la Ruta del Quijote que se dirige a la laguna Larga, que junto con las cercanas de Tirez y Peña Hueca, y las más pequeñas laguna Gramosa y laguna de los Santos, complementan la Zona de Especial Protección para las Aves (ZEPA), denominada Mancha Húmeda, declarada en 1981 Reserva de la Biosfera por la UNESCO. En esta laguna resulta obligatoria una parada para ver de cerca algunas especies tan amenazadas como la pagaza piconegra (Gelochelidon nilotica), que elige esta laguna para pasar el estío, y otras tan llamativas y escasas como los flamencos (Phoenicopterus roseus) o la malvasía cabeciblanca (Oxyura leucocephala). La presencia de estos importantes humedales ha motivado el Camino Natural de Humedales de La Mancha, que nace en este mismo punto.
Al volver al camino, el paisaje, típicamente manchego, llanuras infinitas salpicadas de olivos y viñedos, acompaña al viajero en todo su recorrido.
Una vez atravesado el río Riánsares, se encuentra un camino a la derecha que se dirige a una de las múltiples ermitas tan frecuentes en tierras manchegas, en este caso la de san Gregorio, muestra del tradicional fervor popular de sus habitantes.
El camino gira hacia el norte al encontrarse con la carretera CM-3005 en busca de un paso elevado por el que salvarla, volviéndose después hacia el sur para retomar la antigua plataforma del ferrocarril. El camino abandona momentáneamente la antigua vía férrea para internarse en Villa de Don Fadrique por la calle Tirez. Coronada por las chimeneas de sus antiguas alcoholeras, en esta localidad se podrá disfrutar del paisaje y fauna de su Laguna del Rey, al norte del casco urbano e incluida en el listado de espacios naturales que compone la Mancha Húmeda, o dar un paseo por el casco urbano en donde destacan algunas casas nobles, como la de los Lara o la de las Llaves, y la iglesia de Nuestra Señora de La Asunción.
Una vez retomado el rumbo, el recorrido continúa entre viñedos en los que paulatinamente aumentan las casas que parecen islas dispersas en un mar de cultivos, entre ellas destaca, un poco antes de llegar a Puebla de Almoradiel, la ermita de san Isidro, edificada junto al puente sobre el río Cigüela, popularmente conocida como puente de “Tahierro”.
Aunque el camino rodea la Puebla de Almoradiel por el sur, el visitante podrá aprovechar para adentrarse en su casco urbano y visitar la iglesia de san Juan Bautista o los restos de los molinos de agua, utilizados antaño para moler harina y maltratados por el tiempo. Varias de sus piezas esenciales, como sus muelas, se han recuperado y se exhiben en alguno de los edificios municipales como el polideportivo.
Abandonando la Puebla por el paseo de los Enamorados, se afronta el último tramo del recorrido, que no variará su dirección hasta alcanzar la autopista Ocaña – La Roda (AP-36), cruzándola por un paso elevado situado 400 metros al norte de la antigua plataforma del ferrocarril. Retomada la vía, el Camino continúa en línea recta, pasando bajo la carretera N-301, hasta llegar a las afueras de Quintanar de La Orden, punto final del Camino Natural, aunque el recorrido no debería darse por finalizado sin antes visitar el casco urbano de esta localidad para ver su iglesia, la casa palacio de los Rada, el “rollo” y demás atractivos turísticos que encierra.
Los silos son las tradicionales casas subterráneas que desde finales del siglo XVIII proliferaron en Villacañas, algunas de las cuales todavía se encuentran en uso.
Se trata de casas excavadas en la tierra, cuyas fachadas y habitáculos se recubren de cal para multiplicar la luz en su interior. En las habitaciones interiores se abren “lumbreras” que servían de respiradero para la casa.
Al estar bajo tierra, la temperatura de estas viviendas se mantiene constante, lo que permite a sus moradores afrontar los rigores del invierno y huir del sofocante calor del verano.
En el Museo Etnológico del Silo, en Villacañas, se pueden visitar estas casas subterráneas, únicas en Europa por estar excavadas en suelo llano.